sábado, 11 de enero de 2014

Sentimientos descubiertos

Esa noche, duermo envuelta en una calma extraña, agradable. Hacía mucho tiempo que no dormía así de bien. Cuando despierto a la mañana siguiente, necesito unos segundos para recordar lo sucedido la noche anterior. Me doy la vuelta poco a poco, con cuidado, para asegurarme de que no ha sido un sueño. Ahí estas, tumbado a mi lado, profundamente dormido. Tu respiración ralentizada contrasta con el rápido latido de mi corazón. Te has quedado conmigo, toda la noche. Sonrío sin apenas darme cuenta y vuelvo a tumbarme. ¿ Por qué no disfrutar de esa agradable sensación un ratito más ?
De repente alguien golpea la puerta y, a los pocos segundos, una enfermera entra presurosa en mi habitación llevando en sus brazos la bandeja con mi desayuno. La distraída muchacha avanza rápidamente hasta que levanta la mirada y nos ve ahí a los dos, tumbados en la cama. Su expresión se llena de sorpresa e incluso se pone roja. Inmediatamente yo también lo hago, aunque me alegro de que Daniel siga dormido.
-Esto...Yo no..Es que estaba tan cansado y el sillón no es muy cómodo y...- Empiezo a decir
- No te preocupes bonita, a mi no me tienes que dar explicaciones. Disfruta de la compañía, que te lo mereces- Me dice la chica con una sonrisa en la cara, que aumenta al mismo tiempo que el rojo de mis mejillas.
Deja cuidadosamente la bandeja en la mesilla y después, sin disimulo alguno, se inclina hacia la cara de Daniel. Inmediatamente me siento algo incómoda. Me da miedo que se despierte justo en ese momento. No digo nada para no molestarla.
La enfermera entrecierra los ojos e inspecciona la cara de Daniel. Tras unos segundos, por fin se aparta y me mira.
-Es muy guapo. Tienes buen gusto- Me dice despreocupada y naturalmente al tiempo que guiña un ojo.
Después, sin darme tiempo a reaccionar o a contestar, se dirige hacia la puerta y desaparece tras ella. Asimilo lo ocurrido y mi cara de tonta se transforma en una cara sonriente, la cara de una persona feliz.
Ni siquiera me da tiempo a reírme a gusto, porque oigo unos pasos acelerados dirigiéndose hacia la habitación. La joven enfermera vuelve a asomarse por la puerta de la habitación.
- Tu madre viene por el pasillo. ¿ No querrás que te pille así ? ¡ Corre y sácalo de ahí!- Me dice en un susurro al tiempo que me hace gestos de impaciencia con las manos y la cara.
Mi cabeza asimila lo que dice y una única palabra acude a mi mente " Mierda ". Como un muelle, me siento rápida como un rayo en la cama y le pego golpecitos a Daniel en el brazo, pero este solo se mueve un poco y entreabre los ojos. Me pongo más nerviosa cuando oigo los pasos de mi madre aproximándose. Está muy cerca. Si me pilla así,con un chico en mi cama, se enfadará o, por lo menos, hará preguntas que de momento prefiero no contestar. Mi madre siempre fue algo estricta con el tema de los novios, y más con este tema... Esta situación no ayuda mucho, la verdad. Seguro que se imaginará cosas raras. Así es mi madre. Además Daniel ya le dijo que él conducía el coche que provocó el accidente y, aunque mi madre le creía cuando decía que alguien manipuló su coche y más ahora que Lucas ha confesado, sigue sin tenerle mucho aprecio al chaval que, según su parecer, está comportándose de un modo raro con su hija. No sé si realmente le cae mal o, simplemente, pasaría eso con cualquier chico que se acercase a su pequeña.
Solo dispongo de unos segundos para actuar y, ante el empanamiento de Daniel, me veo obligada a tomar la iniciativa. Cuando oigo los pasos terriblemente cerca de la puerta, tomo la "cruel " decisión. Pongo mis manos en el pecho de Daniel y lo empujo de la cama, directo al suelo. Lo hago movida por el pánico. Se oye un ruido y no puedo evitar poner una mueca de dolor. Me ha dolido hasta a mí. Lo siento, pero era necesario.
- ¡ Au !- Oigo al instante desde el suelo. Apenas me da tiempo a taparme la boca con la mano para tapar mi sonrisa porque, en ese momento, entra mi madre.
Nada más traspasar la puerta, la sonrisa que lleva se transforma en una expresión de extrañeza.
No me extraña. Su hija está sentada en la cama, con una mano en la boca para evitar la risa.
- Hola cariño. ¿ Cómo te encuentras hoy ?
- Bien, la verdad es que estoy perfec...- Empiezo a decir cuando, de repente, algo se mueve detrás de la cama.
Desde el suelo surge un chico, que se levanta desorientado con una mano en la cabeza, frotando el lugar donde, seguramente, le saldrá un chichón por mi culpa. Mira a su alrededor y, al ver a mi madre, que lo observa extrañada, se pone rojo como un tomate y agacha la cabeza.
- Hola - Dice tímidamente Daniel.
Mi madre, cuya cara se ha puesto un poco más seria, decide preguntar lo que quiere saber, sin disimulo alguno.
- ¿ Qué haces aquí, muchacho ?- Le pregunta al pobre chico, que no sabe donde meterse.
Miro con disimulo a Daniel, que me devuelve la mirada y, con los ojos y gesticulando ligeramente, le digo que no  le cuente la verdad. El chico parece comprender lo que quiero decir y, tras pensar su coartada durante unos segundos, habla.
-He venido a ver qué tal estaba su hija y, como se quejaba de que su cama estaba muy inclinada, estaba buscando el botón para bajarla- Dice Daniel con un tono que convencería a muy pocas personas. Miente fatal, lo cual hace que me entren ganas de reír.
Aun así parece haber convencido a mi madre, que no vuelve a hacer más preguntas durante toda su visita.
Y así paso la mañana, rodeada de personas que me hacen reír. No puedo quejarme de mi estancia en el hospital porque, aunque la comida es horrible, dispongo de la mejor compañía. Esa tarde recibo también otra visita, cuando todos ya se han ido, incluido Daniel.
Sara, Gema y Lola acuden al hospital. En cuanto me ve, Gema se lanza a mis brazos y me hace mil y un preguntas a cerca de mi estado de salud. Hace falta que le repita unas cuentas veces lo bien que estoy para que acabe por convencerla. Las chicas se sientan y les cuento todo lo ocurrido. Por primera vez, hablo con ellas de Lucas. Les cuento todo y las reacciones son variadas. Sara se pasa la mitad de la historia dándome la mano mientras Lola no deja de llorar y de taparse la cara para que no lo veamos.
Mientras hablo, oigo a Gema farfullar un par de cosas.
-Sera cerdo...- Termina por decir la indignada de Gema al tiempo que comienza a darme una buena charla de motivación.
Me agrada pasar tiempo con ellas y me alegro de que me entiendan y apoyen. Por primera vez desde que acabó mi relación con Ana, siento que tengo amigas de verdad y, esta vez, no son como ella, son diferentes.
Pasamos toda la tarde riendo, comentando programas en la televisión y viendo cómo Gema llama continuamente  al guapo enfermero de la planta por cualquier tontería. Me siento a gusto, cómoda y...Por primera vez, integrada. Nunca he sido una persona abierta, siempre he sido tímida, y nunca me sentía demasiado cómoda entre la gente pero ahora, con estas chicas, siento que puedo ser yo misma, sin miedo a que nadie me juzgue. Supongo que, después de tanto tiempo, he descubierto lo que es una verdadera amistad.
Las chicas se marchan de mi habitación al caer la noche y me dedico a dormir, esta vez sola. Aun así, ya no me preocupan las pesadillas porque sé que, en mis sueños, hay un ángel que me protege.

" Narra Lola "

Cuando salimos de la habitación de Sandra, Gema y Sara comienzan a hablar de coger el autobús para volver a casa. Yo estoy inmersa en mis pensamientos. Necesito verle. Hay algo en mi cabeza, una intranquilidad que no cesará hasta que no lo haga.
-Chicas, ¿ os importa ir sin mi? Creo que me quedaré a cenar en la cafetería y luego vendrán mis padres a por mi- Digo, confiando en que mi excusa funcione.
- Claro, como quieras Lola - Me dice Sara con una sonrisa.
Las acompaño hasta la puerta de salida y, tras intercambiar besos y abrazos, vuelvo al interior del hospital mientras ellas se alejan. Mi corazón ha comenzado, poco a poco, a latir más y más deprisa.
Me dirijo al ascensor y pulso el botón. Planta 5, o eso me han dicho. Estoy nerviosa por verle. Da igual que esté en coma, su presencia me pone muy nerviosa. Eso no parece ir a cambiar nunca.
Salgo del ascensor y llego hasta su puerta. Un sudor frío me recorre. ¿ Y si algún familiar está dentro ? ¿ Qué pensarán de mi? Decido dejar el miedo a un lado, cojo aire, lo expulso y, en un solo movimiento, abro la puerta.
El silencio me invade al instante. Todo está tranquilo. Mi cuerpo parece relajarse un poco cuando caigo en la cuenta de que no hay nadie en la habitación excepto él. Entonces muevo la mirada por toda la habitación .Lo busco ansiosa. Ahí está, en su cama. Tumbado boca arriba, con una expresión de serenidad que parece calmarme a mi también. Todo su cuerpo lleno de cables, que parecen ser lo único que lo mantienen aquí, conmigo, lo único que lo aferra a la vida. No puedo evitar llorar desconsolada.
Me siento en la silla a su lado, mis manos rodeando mi cara al tiempo que sollozo.  Comienzo a hablar con él. Me sincero y, aunque no estoy segura de que pueda oírme, me cuesta mucho hacerlo.
- Leo yo...Sé que no te conozco de nada. Apenas hemos hablado, aunque la verdad es que, cada vez que te veía, me moría por hacerlo. Pero siempre me frenó la timidez. Sé que es estúpido pero, hay tantas cosas que me hubiese gustado decirte antes...Tantas cosas que me he callado por el mismo motivo. Vergüenza. Siempre ha sido eso lo que me ha frenado en todos los aspectos de mi vida, ¿ sabes ?- Pero apareciste tú y, de repente, tenía algo por lo que luchar. Por algún motivo, sólo quería acercarme a ti, y el sentimiento era tan fuerte que no pensaba dejar que esta vez la timidez me frenase. Siento ...Siento no haber sido lo suficientemente valiente. Siento no haber tenido el valor para haber hablado contigo antes. Siento que sólo sea capaz de hacerlo ahora, después de todo esto. Perdón. Me siento fatal por haber incumplido la promesa que me hice a mi misma porque, si hubiese sido capaz de hablar contigo, de conocerte antes, quizás no sentiría ahora  esta opresión tan grande en el corazón-
Mi mano se mueve hacia la tuya con lentitud y entrelazo mis dedos con los tuyos. Aprieto tu mano y tomo aire.
-Siento no haber tenido el valor de decirte antes que...Me gustas - Termino de decir entre lágrimas.
Agacho la cabeza y me quedo así, agarrando tu mano inmóvil mientras lloro.
Entonces, de repente, algo ejerce presión contra mi mano. Eres tú. Me aprietas la mano débilmente.
Las máquinas a las que te mantienen conectado comienza a pitar y todo se convierte en un caos.
Grito para que venga una enfermera,incapaz de apartar los ojos de ti. Sigo sujetando tu mano. De repente, abres los ojos.

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